En su voz hay un sonido
que se mueve a zarpazos. Feroz e innecesario. Sus cuerdas...
soportando todos esos pensamientos subterráneos. Finos cordeles de
luz enraizándose en las entrañas. La mañana se desfragmenta en
sangre escarchada, agua salada y sonidos hieráticos. Escuece. Como
el otoño que esta vez, solo trae consigo un vacío salvaje. El
blanco roto sobre las cuencas. Aterido. Nos hacemos más huraños. En
medio, un mar de escamas plateadas. Titilantes. El horizonte se
inflama a horas de distancia. Ojalá la lluvia, pensaste. Y con ella
el azul intenso. Como el océano. Un légamo de agua rompiéndose
entre nuestros dedos. Esos que nos servirán para construir nuestra casa.
Que bueno que hayas vuelto a abrir el blog.
ResponderEliminarEs un placer.
Besos